martes, 27 de julio de 2010

Hallazgos arqueológicos sobre el pueblo de Zamud

 Bismi-llahi r-rahmani r-rahim
 De los pueblos antiguos mencionados en el Corán el de Zamud es aquel del cual poseemos mayor información actualmente. Los registros históricos dan cuenta de que verdaderamente existió un pueblo llamado Zamud.

Se piensa que la comunidad de Al-Hiyr (ashâb al-hiyr) mencionada en el Corán es el mismo pueblo de Zamud. Este último término designaría al pueblo y “Al-Hiyr” a una de las ciudades fundadas por el mismo. La descripciones del geógrafo romano Plinio coinciden con esto; él indica que Domatha y Hegra eran las localidades donde residían los zamudíes, y esta última sería la actual ciudad de Hiyr [1].


Las fuentes más antiguas que se conocen que se refieren a Zamud son los anales sobre las victorias del rey de Babilonia Sargón II (siglo VIII a.C.) quien derrotó a este pueblo en una campaña en el Norte de Arabia. Los griegos se referían a este pueblo como “Tamudaei”. Antes de la aparición del Profeta Muhammad (BP), aproximadamente entre el 400 y el 600 d.C., desaparecieron totalmente.
En el Corán los pueblos de ‘Ad y Zamud son mencionados juntos. Más aún, los versículos aconsejan a los zamudíes sacar una lección de la destrucción del pueblo de ‘Ad. Esto muestra que el pueblo de Zamud tenía información detallada sobre el de ‘Ad.
"Y recordad cuando os nombró sucesores tras el pueblo de  'Ad, y os dió poder en la tierra. Construisteis fortalezas en sus llanuras y excavasteis casas en las montañas. Recordad, pues, las bendiciones de Allah y no actues en la tierra como corruptores" [Corán 7:74] 
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Notas:
[1]"Hiyr”, Islam Ansiklopedisi: Islam Alemi, Tarihi, Cografya, Etnografya ve Bibliyografya Lugati (Encyclopedia of Islam: Islamic World, History, Geography, Ethnography, and Bibliography Dictionary [Enciclopedia del Islam: Diccionario del mundo islámico, historia, geografía, etnografía y bibliografía]), Vol. 5/1, p. 475.


Hallazgos arqueológicos de la ciudad de Iram

 Bismi-llahi r-rahmani r-rahim

A comienzos de 1990 aparecieron titulares en importantes periódicos con frases como “Ha sido descubierta una legendaria ciudad árabe perdida”, “Se ha encontrado la ciudad árabe de la leyenda”, “Ubar, la Atlántida de las arenas”. Lo que ha vuelto más sorprendente este hallazgo arqueológico es el hecho de que esta ciudad estaba también mencionada en el Corán. Muchas personas que pensaban que el pueblo de ‘Ad mencionado en el Corán era una leyenda o que su localización jamás sería encontrada, no podían ocultar su asombro ante este descubrimiento. El hallazgo de esta ciudad, que sólo era recordada en las tradiciones orales de los beduinos, despertó gran interés y curiosidad.
Fue Nicholas Clapp, un arqueólogo aficionado, quien encontró esta legendaria ciudad mencionada en el Corán. Como amante de la civilización árabe y premiado director de documentales, Clapp se había topado con un libro muy interesante durante sus investigaciones en historia de los árabes. Ese libro era “Arabia Felix” escrito por el investigador inglés Bertram Thomas en 1932. “Arabia feliz” era el nombre que los romanos le daban al extremo sur de la Península Arabe que hoy incluye al Yemen y parte de Omán. Los griegos llamaban a esta región “Eudaimon Arabia” y los eruditos árabes del medioevo la denominaban “Al-Yaman As-Sa’ida”[1].

Todos estos nombres significan “Arabia afortunada” porque la gente que vivía en esa región en los tiempos antiguos era conocida como la gente más afortunada de su tiempo. Ahora bien, ¿cuál era la causa de esta designación?
Su buena fortuna se debía en parte a su estratégica ubicación, que les permitía oficiar como intermediarios en el comercio de las especias entre la India y el norte de la Península. Por otro lado el pueblo que vivía en esa región producía y distribuía incienso, una resina aromática proveniente de raros árboles. Muy apreciado por las antiguas comunidades, este producto era utilizado como sahumerio en varios ritos religiosos. En aquellos tiempos ese producto era casi tan valioso como el oro.
El investigador británico Thomas describía a esas “afortunadas” tribus in extenso, y afirmaba que había encontrado rastros de una antigua ciudad fundada por esos pueblos[2]. Era la ciudad conocida como “Ubar” por los beduinos. En uno de los viajes que él hizo a la región, los beduinos que vivían en el desierto le habían mostrado unas sendas muy deterioradas afirmando que ellas conducían hacia la antigua ciudad de Ubar. Thomas, quien mostraba un gran interés en el tema, murió antes de poder completar su búsqueda.
Clapp, que examinó lo que había escrito el investigador inglés, estaba convencido de la existencia de la ciudad perdida descripta en el libro. Sin perder tiempo comenzó su búsqueda.
Clapp utilizó dos caminos para probar la existencia de Ubar. Primero, encontró las sendas que los beduinos decían que existían. Recurrió a la NASA para obtener imágenes satelitales del área. Después de una larga lucha, consiguió persuadir a las autoridades para que tomaran fotos de la región[3].

Clapp siguió con el estudio de antiguos manuscritos y mapas de la Biblioteca Huntington en California. Su objetivo era encontrar un mapa de la región. Después de una breve búsqueda encontró uno. Era un mapa trazado por el conocido geógrafo greco-egipcio Ptolomeo en el 200 d.C. En el mapa figuraba la ubicación de una antigua ciudad en la región y los caminos que conducían a ella.
Entretanto, recibió noticias de que la NASA había tomado las fotos solicitadas. En las fotos se distinguían algunos senderos de caravanas que era difícil identificar a ojo desnudo y que sólo podían apreciarse en su totalidad desde el cielo. Comparando estas fotos con el viejo mapa que tenía en sus manos, Clapp finalmente llegó al resultado que anhelaba: los senderos del mapa se correspondían con los que se veían en las fotos tomadas desde el satélite. El destino final de estos senderos era un amplio solar en donde se presumía que alguna vez hubo una ciudad.
Finalmente se había descubierto la ubicación de esa legendaria ciudad que se mencionaba en las tradiciones orales de los beduinos. En poco tiempo empezaron las excavaciones y comenzaron a emerger de las arenas los restos de una antigua ciudad. Por eso fue que esta ciudad perdida fue descripta como “Ubar, la Atlántida de las arenas”.
Ahora bien, ¿qué fue lo que probó que esta urbe era la ciudad del pueblo de ‘Ad mencionada en el Corán?
A partir del momento mismo en que comenzaron a desenterrarse las ruinas quedó claro que las mismas pertenecían al pueblo de ‘Ad y eran los pilares de Iram mencionados en el Corán, porque entre las estructuras desenterradas se encontraron las torres allí mencionadas. Un miembro del equipo de investigadores que conducía la excavación, el Dr. Zarins, dijo que al ser las torres la característica distintiva de Ubar, y siendo que Iram es mencionada como poseyendo pilares o torres, esto constituye la prueba más contundente de que las ruinas descubiertas pertenecían a esa ciudad del pueblo de ‘Ad descripta en el Corán. El Corán menciona a Iram como sigue:
"¿No has visto lo que hizo tu Señor con la gente de 'Ad?¿Con Iram la de las columnas, semejante a la cual no fue creada ninguna otra en la tierra?"[Corán 89:6-8].



Como puede verse, el hecho de que la información suministrada por el Corán sobre acontecimientos del pasado confirme los datos históricos recientemente obtenidos, es una evidencia más de que es la Palabra de Al-lah.
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Notas:
[1]Kamal Salibi, A History of Arabia (Historia de Arabia), Caravan Books, 1980.
[2]Bertram Thomas, Arabia Felix: Across the “Empty Quarter” of Arabia (Arabia Felix: A través de la “región vacía” de Arabia), New York: Schrieber’s Sons 1932, p. 161.
[3]Charlene Crabb, “Frankincense”, Discover, January 1993.
 

domingo, 18 de julio de 2010

El pueblo de Saba' y la inundacion de Arim

Bismi-llahi r-rahmani r-rahim
La comunidad de Saba fue una de las mayores civilizaciones que poblaron el sur de Arabia. Las fuentes históricas suelen referir que, como la de los fenicios, era una cultura principalmente dedicada al comercio. De cualquier manera siempre se los ha considerado en los anales históricos como uno de los pueblos más civilizados y avanzados de su época. En las inscripciones de los gobernantes de Saba hay frecuentes referencias a términos tales como “restauración”, “construcción”, etc. La Represa de Ma’rib, uno de los más importantes monumentos de este pueblo, indica a las claras el nivel tecnológico que alcanzaron. El estado de Saba tenía uno de los ejércitos más poderosos de la región, y ello le permitió adoptar una política expansionista. Con su avanzada cultura, su nivel tecnológico, y su poderoso ejército el estado sabeo era una de las “superpotencias” de la región en esa época. 

Este poderoso ejército de los sabeos está también descripto en el Corán. Una expresión de los comandantes del ejército de Saba, referido allí, muestra la confianza que esa fuerza armada tenía en sí misma. Los comandantes le manifestaron a su reina: "Dijeron: ‘Poseemos la fuerza y una poderosa ofensiva, pero tú tienes el comando. ¡Mira pues qué vas a ordenar!" [Corán 27:33].  

La capital del estado sabeo era Ma’rib, una ciudad muy rica gracias a su privilegiada ubicación geográfica. La ciudad capital estaba cerca del río Adhanah. El punto en que el río alcanzaba Jabal Balaq era el más adecuado para construir un dique. Aprovechando esto los sabeos construyeron una represa en ese lugar en la época en que recién despuntaba su civilización, y ello les facilitó emprender tareas de irrigación artificial. Esto les permitió alcanzar una prosperidad increíble e hizo de su capital Ma’rib una de las ciudades más desarrolladas de la época. El escritor romano Plinio, que había visitado la región y la ensalza grandemente, menciona también el notable verdor de la comarca [1].

La represa de Ma’rib tenía una altura de 16 metros, 60 metros de ancho y 620 metros de longitud. Se calcula que el área total que permitía irrigar la represa era de 9600 hectáreas, de las cuales 5300 pertenecían a la llanura del sur, y lo restante a la del norte. a estas feraces planicies se las denomina en las inscripciones sabeas “Ma’rib y dos llanuras" [2]. La expresión del Corán, "dos jardines, uno a la derecha y otro a la izquierda" [Corán 34:15], hace referencia a los imponentes vergeles y viñedos en ambos valles. Gracias a esa represa y sus sistemas de irrigación la región se hizo famosa como la mejor regada y fecunda del Yemen. El francés J. Holevy y el austríaco Glaser probaron, a partir de documentos escritos, que la represa de Ma’rib existía desde tiempos antiguos. Documentos redactados en el dialecto himer consignan que esa represa hizo muy productivo el territorio.  

Cuando examinamos el Corán a la luz de los datos históricos que acabamos de suministrar observamos que existe allí una sustancial coincidencia. Tanto los hallazgos arqueológicos como los datos históricos verifican lo relatado en el Corán. Tal como se menciona en los versículos ese pueblo, que no escuchaba las exhortaciones de sus profetas y rechazaba la fe con ingratitud, fue finalmente castigado con una mortal inundación. Esta inundación es descripta en el Corán en los siguientes pasajes:  

"Los de Saba tenían ya un signo en su territorio: dos jardines, uno a la derecha y otro a la izquierda. ‘¡Comed del sustento de vuestro Señor, y agradecedle! Tenéis un buen país y un Señor indulgente’. Pero se desviaron y enviamos contra ellos la inundación del dique [sail al-’arim]. Y les cambiamos aquellos dos jardines por otros dos que producían frutos amargos, tamariscos y unos pocos azufaifos. Así les retribuimos por su ingratitud. No castigamos sino a los desagradecidos" [Corán 34:15-17].  

El castigo enviado a los sabeos se denomina en el Corán “sayl al-’arim” que significa “la inundación de ‘arim”, y nos informa también de la forma en que se produjo ese desastre. La palabra ‘arim significa dique o barrera. La expresión sayl al-’arim designa entonces una inundación que se produce por el colapso de esa barrera o represa. Los comentadores islámicos resolvieron lo relativo a la época y el lugar guiados por los términos utilizados en el Corán acerca de la inundación de Arim. Mawdudi escribe en su comentario:  

“Tal como se utiliza en la expresión ‘sayl al-’arim’, la palabra ‘arim se deriva de árimen que era utilizada en el dialecto del Sur de Arabia y que significa ‘represa’, ‘barrera’. En las ruinas desenterradas en las excavaciones realizadas en el Yemen se encontraron inscripciones en donde esta palabra se utilizaba a menudo con este significado. Por ejemplo en las inscripciones ordenadas por Ebrehe (Abraha), el monarca etíope del Yemen, después de la restauración de la gran muralla de Ma’rib en los años 542 y 543 d.C., la palabra es usada con el sentido de una barrera (dam) en el tiempo... Por lo tanto, la expresión sayl al-’arim significa ‘una inundación producida por la destrucción de una represa’. "Y les cambiamos aquellos dos jardines por otros dos que producían frutos amargos, tamariscos y unos pocos azufaifos" [Corán 34:16]. Es decir, después del colapso de la represa, todo el país se inundó. Los canales que habían sido cavados por los sabeos y las murallas que habían sido construidas como barreras entre las montañas resultaron destruidos y el sistema de irrigación colapsó. Como consecuencia de ello toda la comarca, que antes era un vergel fecundo, se convirtió en una jungla, no quedando más frutos que los que producen algunos arbustos”[3].

El arqueólogo cristiano Werner Keller, autor del libro “La Biblia tenía razón” (Und Die Bible Hat Doch Recht), acepta que la inundación de Arim se produjo según la descripción del Corán, y escribe que la existencia de tal represa y la destrucción de todo el país por su colapso prueba que el ejemplo dado en el Corán acerca del pueblo de los jardines en verdad tuvo lugar [4]
Después del desastre de la inundación de Arim la región comenzó a convertirse en un desierto y el pueblo de Saba perdió su principal fuente de ingresos con la desaparición de sus tierras agrícolas. Recibieron así, finalmente, un terrible castigo por no agradecer a Al-lah y no haber respondido a su llamado a la fe.
De http://espanol.islamweb.net
Notas:
[1]Hommel, Explorations in Bible Lands (Exploraciones en tierras bíblicas), Philadelphia: 1903, p. 739. 
[2]“Marib”, Islam Ansiklopedisi: Islam Alemi, Tarihi, Cografya, Etnografya ve Bibliyografya Lugati (Encyclopedia of Islam: Islamic World, History, Geography, Ethnography, and Bibliography Dictionary [Enciclopedia del Islam: Diccionario del mundo islámico, historia, geografía, etnografía y bibliografía]), Vol. 7, ps. 323-339.
[3]Mawdudi, Tefhimul Kuran, Vol. 4, Istanbul: Insan Publications, p. 517.
[4]Werner Keller, Und die Bibel hat doch recht (The Bible as History; a Confirmation of the Book of Books [La Biblia como historia: una confirmación del Libro de libros]), New York: William Morrow, 1956, p. 207.

jueves, 15 de julio de 2010

“Haman” en el Corán



bismi-llahi r-rahmani r-rahim

La información que da el Corán sobre el antiguo Egipto revela muchos hechos históricos que habían permanecido ignorados hasta épocas recientes. Esto nos indica que cada palabra en el Corán ha sido revelada con una sabiduría precisa.

Haman es un personaje al que se menciona en el Corán junto al faraón. Su nombre aparece en seis lugares diferentes del Corán designando a uno de los hombres más cercanos al faraón en tiempo del profeta Musa (Moisés).

Es sorprendente que su nombre jamás sea mencionado en aquellas secciones de la Torá vinculadas a la vida de Moisés. Sin embargo puede encontrarse una referencia a Haman en un libro del Antiguo Testamento, específicamente el libro de Ester; en este caso como un auxiliar de Asuero, rey del imperio persa que en ese entonces se extendia desde las fonteras con India hasta Egipto y Etiopía y aun hasta parte de Grecia continental. Lejos de la historicidad del libro, centremonos en el Haman egipcio, el cual se sitúa siglos antes que el haman mencionado en Ester.

Algunos no musulmanes que sostienen que el Profeta Muhammad (SAW) escribió el Corán copiándolo de la Torá y la Biblia, aseguran que durante ese proceso él transfirió incorrectamente al Corán algunos de los personajes mencionados en esos libros.

Lo absurdo de estas posturas quedó demostrado solamente después que se descifrara el alfabeto jeroglífico egipcio, hace unos 200 años, y se descubriera el nombre “Haman” en escritos antiguos.

Hasta el siglo XVIII los escritos e inscripciones del antiguo Egipcio no podían entenderse. Están escritos con el alfabeto jeroglífico, que la cultura egipcia abandonó hacia los siglos II y III d.E.C. junto con sus antiguas creencias cuando comenzó la expansión del cristianismo. El último ejemplo conocido del uso de la escritura jeroglífica es el de una inscripción datada en el 394 d.E.C. Ese lenguaje en consecuencia fue olvidado no quedando nadie que pudiera leerlo y entenderlo. Y esta situación se mantuvo hasta hace unos 200 años atrás...

El misterio de los jeroglíficos del antiguo Egipto fue resuelto en 1799 con el descubrimiento de una lápida de basalto negro con inscripciones llamada “Piedra de Rosetta” datada en el año 196 a.C. La importancia de esta inscripción radica en que está escrita en tres diferentes alfabetos: jeroglífico, demótico (una forma simplificada de la escritura hierática del antiguo Egipto) y griego. Con la ayuda de la versión en griego fue posible decodificar las diferentes formas de escritura del antiguo Egipto. La traducción de la inscripción fue completada por un francés llamado Jean-Françoise Champollion. De esta forma una escritura olvidada y los eventos relatados en la inscripción volvieron a ver la luz. De esta forma se pudo acceder a mucho conocimiento sobre la civilización, la religión y la vida social del antiguo Egipto.

A través de la decodificación de los jeroglíficos se revelaron muchos datos: el nombre “Haman” estaba por cierto mencionado en inscripciones egipcias. Se hace referencia al nombre en un monumento que se encuentra en el Museo Hof en Viena [1].

En el “Diccionario de la Gente del Imperio Nuevo”, que fue preparado a partir de la colección completa de inscripciones disponibles, se menciona a Haman como el “jefe de los trabajadores de las canteras de piedra" [2].

Esto saca a la luz una verdad muy importante. A pesar de las falsas aseveraciones de los adversarios del Corán, Haman fue una persona que vivió en Egipto en época de Moisés, que estaba muy cerca del Faraón, y estaba involucrado en las tareas de construcción, exactamente como se indica en el Corán.

Más aún, el versículo coránico que describe la escena en la cual el Faraón le pide a Haman que construya una torre concuerda perfectamente con estos hallazgos arqueológicos:

"Faraón dijo: ‘¡Consejo de nobles! No sé que tengáis otro dios que yo, así pues Haman cuece arcilla para mí y hazme una torre para que pueda subir hasta el Dios de Moisés, pues realmente lo tengo por mentiroso"[Corán 28:38].

En conclusión, la existencia del nombre “Haman” en los registros del antiguo Egipto no sólo volvió inútiles los alegatos fabricados por los adversarios del Corán, sino que confirmó una vez más que este Libro proviene de Al-lah. De una forma milagrosa el Corán nos comunica información histórica que nadie podía poseer ni comprender en la época del Profeta.

Artículo adaptado de http://espanol.islamweb.net/esp/

Notas:
[1] Walter Wreszinski, Aegyptische Inschriften aus dem K.K. Hof Museum in Wien, J. C. Hinrichs' sche Buchhandlung, 1906
[2]Hermann Ranke, Die Ägyptischen Personennamen, Verzeichnis der Namen, Verlag Von J. J. Augustin in Glückstadt, Band I, 1935, Band II, 1952.

Títulos de los gobernantes egipcios en el Corán

bismi-llahi r-rahmani r-rahim

En el Antiguo Testamento los gobernantes egipcios durante el período del Profeta Ibrahim (Abraham) y del Profeta Yusuf (José ) son llamados “faraón”. No obstante el título “faraón” comenzó a utilizarse mucho después de la época de ambos profetas.

Al referirse al gobernante egipcio en la época del Profeta Yusuf en el Corán se utiliza la palabra árabe al-malik, que significa “gobernante”, “rey”, “sultán”: "El rey dijo: ‘¡Traédmelo!..."[Corán 12:50].

En cambio el gobernante de Egipto en la época de Moisés es designado como “faraón”. Esta distinción que efectúa el Corán no la hacen ni el Antiguo ni el Nuevo Testamentos ni tampoco los historiadores judíos, que sólo utilizan la palabra “faraón”.

En realidad el uso de la palabra faraón en el historia egipcia pertenece a un período tardío. El título de faraón comenzó a ser utilizado en el siglo 14 a.C., durante el reino de Amenhotep IV. El Profeta Yusuf vivió al menos 200 años antes de esa época.

La Enciclopedia Británica dice que la palabra faraón era un título de respeto que comenzó a ser utilizado a partir del Imperio Nuevo (comenzando con la 18ª dinastía, 1539-1292 a.C., hasta la 22ª dinastía, 945-730 a.C.), después se cambió a la palabra “rey”, añadiendo que la palabra “faraón” no era utilizada con anterioridad al período mencionado. Mayor información sobre el tema se obtiene de la Enciclopedia de la Academia Americana que afirma que el título de faraón comenzó a ser usado durante el período del Imperio Nuevo.

Como vemos el uso de la palabra faraón se remonta a un período específico de la historia y es una información a la que el profeta Muhammad (SAWS) no podía haber tenido acceso en su tiempo, pues ese conocimiento es resultado de hallazgos arqueológicos posteriores a la revelación del Corán. Por esta razón, la correcta distinción que efectúa el Corán —que habla de “rey” para referirse al gobernante en la época del Profeta Yusuf y de “faraón” para designarlo en la época del Profeta Moisés— es una prueba de que el Corán es verdaderamente la Palabra de Al-lah.

Artículo cortesía de http://espanol.islamweb.net/esp/